Introducción.
El
tema de las drogas ilegales es amplio, tanto así que existen estudios desde las
diversas ciencias que buscan dar respuesta al impacto de las mismas en la vida
de las personas. Es un tema que tiene muchas vertientes, pues no únicamente afecta
a las personas y su salud, sino también a la familia, a la sociedad y a la
humanidad en su conjunto. Hay muchos elementos relacionados con el tema de las
drogas ilegales, es debate nacional en países como Colombia, Estados Unidos y
México, por mencionar los más cercanos, incluso es tema de debate en diversos
organismos internacionales.
Sin
embargo, dentro de los temas, además de la legalización de las drogas que aún
no lo son; está el de la delincuencia, la inseguridad y la violencia en torno a
la producción y el tráfico, así como el relativo al de salud pública. Considero
que el tema de las drogas ilegales no sólo compete a las autoridades y sus
respectivas políticas públicas de contención, sino también a la sociedad,
porqué es bien sabido que sí el negocio del tráfico de drogas es redituable es
porqué existe una demanda de por medio.
En
el presente ensayo se sustenta que parte del problema de las drogas ilegales
tiene que ver con cuestiones específicas de salud, en particular de las
adicciones que generan, y el impacto en el organismo de las personas. Tal
cuestión es el punto de partida en torno al debate a las drogas ilegales y la
necesidad social de que ya no lo sean, pues al final de cuentas, muchos
productos legales, como el alcohol o el tabaco, en su momento fueron
restringidos, y con nuevas disposiciones legales hoy ya no lo son.
La
legalización de todas las drogas quizás no sea la solución más idónea al
problema que se genera con el abuso en su consumo, la adicción. Sin embargo, la
regulación y despenalización viene a contrarrestar tal problemática, como
muchas otras asociadas a las drogas, ya que el problema de las adicciones, en
parte es debido al difícil acceso a las drogas ilegales, al contexto moral que
envuelve su consumo, a la desinformación de las mismas y a la poca prevención
de sus consecuencias.
Lo legal y lo ilegal.
El
debate sobre la legalización de las drogas es un tema candente, recientemente el
presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, señalo en una entrevista con la Agencia Efe que “el mundo debe
replantearse la guerra contra las drogas porque la estrategia actual no ha
tenido resultados y que la cumbre sobre el tema que comienza hoy en la ONU es
la oportunidad de iniciar el cambio” (Ortega; 2016). Juan Manuel Santos señalo, “hemos dicho que
el mundo lleva cuarenta años o más en una guerra que se declaró oficialmente,
es una guerra que no se ha ganado y que por consiguiente hay que repensar cómo
librar esta guerra con más efectividad, y la ONU tiene una oportunidad de
avanzar en esa dirección” (Santos, 2016 citado por Ortega, 2016).
La
declaración es trascendental porque Colombia sigue siendo el país número uno en
producción y exportación de cocaína (Ortega, 2016), droga ilegal que genera
millones de dólares en ganancias a las personas que forman parte de sus
respectivas cadenas de producción, la cual va desde el productor de la materia
prima hasta el vendedor de la droga como tal o sus derivados. En la entrevista,
el Presidente de Colombia hace referencia a la Sesión Especial de la Asamblea
General de las Naciones Unidas sobre Drogas, a celebrarse en fechas próximas en
Nueva York, Estados Unidos.
Santos
señala que el tema de las drogas y la necesidad de legalizarlas implica un
esfuerzo colectivo por parte de todas las naciones, pues se ha demostrado que
trabajar en lo individual, no ha generado que su tráfico, y demás males
asociados, se reduzcan. Tal es ejemplo de México, que desde el año 2006, en el
sexenio de Felipe Calderón, implementó una estrategia similar a la de Colombia
de combate frontal al crimen organizado, en específico del narcotráfico. Cabe
señalar que la realidad en México y Colombia son muy diferentes, sin embargo,
los males asociados al narcotráfico, como lo son las adicciones y la violencia,
son evidentes, que incluso en el año 2016 aún es un tema constante la
legalización, la despenalización y la regulación de las mismas.
Es
precisamente esa categoría de ilegal lo que ha desencadenado una serie de
situaciones respecto a las drogas y su tráfico, así como la generación de
cárteles y mafias dedicadas exclusivamente a su producción, distribución y
venta, y que además del problema de salud pública, también ha tenido incidencia
en el incremento de otros negocios ilegales como la trata de personas, el
secuestro, la tortura, y las diversas formas de explotación (Curco, 2010), por
mencionar los más impactantes.
Las
drogas siempre han formado parte de la humanidad, pues están han servido para
el desarrollo de medicinas y sustancias que, por sus características químicas,
han causado reacciones biológicas para el bienestar de quienes las ingieren,
así como por los efectos destructivos que su consumo y abuso produce. En ese
sentido, el desarrollo de las tecnologías junto al descubrimiento de otras
propiedades ha hecho que sean consideradas indispensables para la supervivencia
humana, ya sea para fines medicinales o recreativos (Astorga, 2010).
No
obstante, al prohibirse el comercio de determinadas drogas, las autoridades
renuncian a muchos de sus poderes reglamentarios, y se ha observado que la
implementación de políticas prohibicionistas agravan la situación, tal es el
ejemplo de principios del siglo XX en Estados Unidos, cuando se prohibió el
alcohol. Serrano (2007) señala que esa renuncia genera amplios vacíos de poder,
condiciones de anarquía y el desarrollo de sistemas privados de justicia o
protección.
En
lo que respecta a las drogas, sabemos que unas han sido objeto de prohibición,
otras de regulación y otras más de omisión, dependiendo del contexto histórico
en el que las autoridades diseñan sus objetivos y emplean sus proyectos
nacionales. Incluso en la actualidad, tal como se ha señalado, el tema
relacionado con la legalización de las drogas es objeto de debate que incluye a
todas las esferas de la sociedad, pues la gran diferencia en lo que ha drogas
se refiere, es que unas son legales y otros no lo son.
La
política prohibicionista de las drogas no ha contenido del todo a la demanda,
ya sea legal o ilegal, más bien, tuvo el efecto inmediato de encarecerlas,
promoviendo el interés de organizaciones criminales, grandes y pequeñas,
locales y regionales; estimulando además su mejor articulación y multiplicando
las vías ocultas para transportar a los países consumidores. Por otra parte, “la
demanda local de drogas en los sitios productores; de bajo precio o de
sustitutos poco refinados pero efectivos, aparentemente prosiguió sin
alteraciones notables ni en precio, ni en número de usuarios” (Vélez, 2000, p. 30 y 31). Es decir, la instrumentación de la
prohibición de drogas no era en aquel entonces la medida más idónea para
eliminar el tráfico de drogas, y considero que tampoco lo es en la actualidad.
Lo
cierto, es que en la delgada línea de lo legal y lo ilegal; de la penalización
por el consumo o abuso de ciertas sustancias, o la despenalización para fines
recreativos o medicinales; o bien de la regulación de unas drogas y no
regulación de otras, lo que incluye la omisión de otras nuevas sustancias; es
que el problema que de ello deriva, tiene mucho que ver con el fenómeno que
explica la patología adictiva, es decir, el consumo de drogas, el engrandecimiento
de la oferta, es porque esa oferta enfrenta un problema de salud pública: la
adicción.
La adicción a las drogas: el problema de
raíz.
En
la generación de políticas públicas el tema de las drogas ocupa un lugar trascendental
en la agenda, pues no sólo es considerado como un problema de salud pública,
sino también, en el caso de México, al menos en el Plan Nacional de Desarrollo
2007-2012, correspondiente al sexenio de Calderón, lo es también como un
problema de seguridad. Es en este sentido donde es pertinente considerar las
ideas de Guerrero (2013) sobre el cerebro adicto.
La
idea introductoria que señala la autora sostiene que “hasta hace unas décadas
la drogadicción se consideraba un problema moral y de falta de voluntad. Hoy se
reconoce como una enfermedad y se sabe cómo tratarla” (Guerrero, 2013, p. 1); sin
mencionar los otros males alrededor de las drogas y de las personas que las
consumen, como lo es su producción, distribución, comercialización y tráfico.
Si
bien, se ha señalado que las drogas forman parte de la humanidad por sus
propiedades medicinales o recreativas, el uso de las mismas genera reacciones
químicas en el organismo, en específico en el cerebro; el cual, con el paso del
tiempo y mediante el consumo de las mismas, provoca un efecto de asimilación y
adaptación, incidiendo en el comportamiento de las personas para consumir más y
más; provocando una adicción a la misma, esto de forma muy general. La idea es
que el consumo de ciertas drogas, legales o ilegales, genera cambios en el organismo
de las personas, por ende, en su comportamiento y relación con los demás.
Además,
“el consumo de drogas cambia el funcionamiento del cerebro y provoca conductas
fuera de lo normal” (IMSS, 2016). Así, “el objeto de la adicción puede variar,
pero la respuesta conductual es similar, ya que todas estas adicciones provocan
la misma reacción en la química del cerebro” (Guerrero, 2013, p. 1). El tema de
las drogas, es que unas están legalizadas y muchas otras no, y es por una razón
fundamental: el efecto en las personas y las consecuencias a largo plazo de su
consumo, por un lado; y por otro, ese aspecto prohibicionista que se generó en
el pasado y que imposibilita a las autoridades, a su posible regulación actual,
aunque como se ha inferido, la necesidad de la legalización es latente en la
actualidad.
En
ese rubro, tenemos que “la adicción se define como una enfermedad crónica y
recurrente del cerebro que se caracteriza por la búsqueda y el consumo
compulsivo de drogas, a pesar de sus consecuencias nocivas. Se considera una
enfermedad del cerebro porque las drogas modifican este órgano: su estructura y
funcionamiento se ven afectados. Estos cambios en el cerebro pueden ser de larga
duración, y pueden conducir a comportamientos peligrosos que se observan en las
personas que abusan del consumo de drogas” (NIH, 2008), término basado en el
Manual de Diagnóstico y Estadísticas de los Trastornos Mentales, Quinta Edición
del año 2013.
Es
importante la definición de la adicción a las drogas en un sentido médico, pues
“se conoce como adicción a las drogas, o drogadicción, al consumo frecuente de
estupefacientes, a pesar de saber las consecuencias negativas que producen.
Entre otras cosas, modifican el funcionamiento del cerebro y su estructura,
provocando conductas peligrosas.” (IMSS, 2016). Es importante señalar que es
una adicción porque “es difícil intentar dejar de consumirlas, ya que provocan
alteraciones cerebrales en los mecanismos reguladores de la toma de decisiones
y del control inhibitorio y porque el usuario de las mismas dedica gran parte
de su tiempo en la búsqueda y consumo de ellas” (IMSS, 2016).
Las
drogas, de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS) son “toda sustancia
que, introducida en un organismo vivo, pueda modificar una o varias de sus
funciones”, en esa misma línea “en 1982 la OMS intento delimitar cuales eran
las sustancias que producían dependencia y declaro como droga a aquellas con
efectos psicoactivos, las cuales son capaces de producir cambios en la
percepción, el estado de ánimo, la conciencia, el comportamiento, y que además
son susceptibles de ser administradas”
(Martínez y Tavera, 2009, p. 16).
Entonces,
la adicción, identificada como una enfermedad, tiene alternativas para la
recuperación o curación, Guerrero (2013) trae a colación que se ha generado una
nueva perspectiva para atender las adicciones, ya que, en un principio, “en
lugar de diseñar acciones preventivas y terapéuticas, se optaba por el castigo
y se etiquetaba negativa a los adictos” (p. 2).
Los
avances en el estudio de las adicciones a diversas drogas, incluidas las
ilegales, han demostrado que “la adicción se considera hoy una enfermedad del
cerebro porque las drogas modifican la química, la estructura y el
funcionamiento de ese órgano” (Guerrero, 2013, p. 2), por tanto, la adicción a
ellas es categorizada como una enfermedad crónica, y alguno de los efectos, de
algunas sustancias, son los siguientes:
·
Nicotina. Estimulante que se encuentra en
cigarros y otras formas de tabaco. Es muy adictiva y al fumarse eleva el riesgo
de cáncer, enfisema, trastornos bronquiales y problemas cardiovasculares.
·
Alcohol. Su consumo puede dañar el cerebro y
la mayoría de los órganos. Las áreas cerebrales especialmente vulnerables a
esta droga son la corteza cerebral (funciones ejecutivas), el hipocampo
(memoria y aprendizaje) y el cerebelo (coordinación de movimientos).
·
Mariguana. Puede dañar la memoria y el
aprendizaje de corto plazo, la capacidad de concentración y la coordinación.
Aumenta el ritmo cardiaco y puede perjudicar los pulmones, así como elevar el
riesgo de desarrollar psicosis en personas vulnerables.
·
Inhalables. Sustancias volátiles que se
encuentran en muchos productos caseros, como pinturas, pegamentos y algunos
aerosoles. Son extremadamente tóxicos y pueden dañar el corazón, los riñones,
los pulmones y el cerebro.
·
Cocaína. Estimulante que por la brevedad de
sus efectos se suele consumir varias veces en una sola sesión. Puede provocar
graves consecuencias médicas relacionadas con el corazón y los sistemas
respiratorio, nervioso y digestivo (National Institute on Drug Abuse (NIH),
citado por Guerrero, 2013, p. 2).
En
contraste, la Comisión Nacional contra las Adicciones en México (CONADIC) tiene
identificada como drogas al alcohol, el tabaco, la mariguana, los estimulantes
tipo anfetamínico (como la methedrina), la cocaína, las drogas de diseño, los
inhalables, los opiáceos, la salvia y las drogas de prescripción médica, todas
ellas, en el portal en línea del organismo (CONADIC, 2016).
En
lo que respecta a una clasificación que va de acuerdo a la comunidad científica
y con base en los elementos farmacológicos, están se dividen en: a) eufóricas
(opio y sus derivados, así como la cocaína; b) fantásticas (mezcalina,
marihuana y beleño, entre otras); c) embriagantes (alcohol, éter, cloroformo y
bencina); d) hipnóticas (barbitúricos y otros somníferos), e) excitantes
(cafeína, el tabaco, entre otras) y e) drogas de diseño o nuevas drogas
(creadas con fines recreativos, entre ellas feniletilaminas, arilhexilaminas,
opiáceos, derivados del fentanilo, la meperidina y la metacualona) (IMSS,
2016).
Guerrero
(2013) señala que el cerebro es un órgano complejo y sorprendente, pues puede
llegar a desarrollar en las personas adictas una tolerancia a las drogas, más
allá de los efectos químicos, la autora identifica que los principales factores
de riesgo son: una conducta agresiva temprana; el desarrollo de habilidades
sociales deficientes; la ausencia de una supervisión paterna; la existencia de
compañeros y/o amigos que abusan de sustancias adictivas; la disponibilidad de
la droga; y la pobreza. En el mismo sentido, señala el autocontrol, las
relaciones positivas, la supervisión y apoyo paterno, la información, las
políticas contra el uso de drogas y la cohesión comunitaria: como los
principales factores de protección (National Institute on Drug Abuse, citado
por Guerrero, 2013, p. 3).
La
autora tambien señala que hay otros elementos que generan adicciones a
sustancias, como lo son las drogas legales o ilegales, entre ellos los
relacionados con la biología y el ambiente; así como la dependencia física a
cierta sustancia y la facilidad -legalización- de obtenerla. Sin embargo, hace
un énfasis de las adicciones respecto a la adolescencia, así también el NIH
(2008); ya que “el problema principal es que en esa etapa de desarrollo el
cerebro es mucho más vulnerable” (Guerrero, 2013, p. 4), por tanto, los efectos
de la adicción tienen mayores consecuencias para las personas, en su conducta,
en su relación con sus familiares y en su relación con la comunidad.
Además,
el NIH (2008) señala que las personas usan drogas principalmente; a) para
sentirse bien, b) para sentirse mejor; c) para desempeñarse mejor; y d) por la
curiosidad y “porque otros lo hacen”, por ende, la existencia de drogas legales
e ilegales, y el debate en torno a las que aún no son legales. El problema,
según el NIH (2008), es cuando surge la adicción y las drogas se apoderan de la
vida de las personas.
Celis
y otros (2015, p. 570), para el caso del tabaquismo, lo identifican como un
problema de salud pública en el que “se estima que casi seis millones de
personas mueren al año en el mundo por enfermedades atribuidas al tabaco, lo
que equivale a una persona fallecida cada seis segundos”. Para el caso de
México, los autores señalan que “la prevalencia de tabaquismo en estudiantes
mexicanos de bachillerato (40 %) es mayor cuando se compara con la población de
fumadores activos adolescentes en general (12.3 %). En cuanto al consumo
diferencial entre hombres y mujeres, ha habido un incremento de fumadoras
activas de 2002 (3.8 %) a 2011 (8.1 %) en el grupo de 13 a 15 años” (Celis y
otros, 2015, p. 570), coincidiendo en sus investigaciones con Guerrero (2013)
en la atención a la adolescencia, y en el caso particular de una adicción a una
droga legal.
Del
mismo modo, es importante el estudio realizado por Barrios y otros (2016) sobre
el alcohol en atención primaria, ya que existen diferencias entre los pacientes
dependientes del alcohol que han solicitado tratamiento y quienes no lo han
hecho. En ese tenor, “el consumo de alcohol
es un problema de salud pública de extraordinaria envergadura, tanto a
nivel nacional como internacional. A nivel mundial se calcula que un 3,8% de
muertes prematuras y un 4,6% de años de vida ajustados por discapacidad
perdidos son atribuibles al alcohol (Lim et al., 2012; Rehm et al., 2009, citado por Barrios y
otros, 2016, p. 117).
Si
bien los autores centran su estudio en Europa, y en específico en España, lo
cierto es que la preocupación por la adicción al alcohol es importante, ya que
estiman, al menos en Europa unos 15 millones de personas afectas de dependencia
del alcohol (Rehm et al., 2015b; Wittchen et al., 2011, citado por Barrios y
otros, 2016, p. 117). En concordancia con Guerrero (2013), los autores señalan,
al menos en la adicción de esta droga legal, “claras y bien documentadas
repercusiones en la salud, no sólo de los individuos, con múltiples problemas
tanto orgánicos como psicológicos e incluso cognitivos, sino también de las
familias y la sociedad (Barrios y otros, 2016, p. 117).
Guerrero
(2013) señala que entre los efectos de las adicciones, en el ámbito de las
relaciones interpersonales, “siendo adicto se corre también el riesgo de sufrir
o infligir a otras personas algún daño no intencional, o de incurrir en actos
de violencia o delitos por influencia de las drogas o de la abstinencia” (p.
5). Las adicciones, al menos desde la perspectiva de quienes la padecen, es
decir, aquellas personas que son el mercado final de las drogas, legales o
ilegales, contribuyen a los males con los que se relaciona a las drogas y que,
en la actualidad, no solo es problema de salud pública, sino también de
seguridad por todos aquellos otros elementos inmersos en la temática.
Sin
embargo, es importante señalar la diferencia que puede existir entre una
adicción física y una adicción psicológica, ya que de acuerdo a investigaciones
del IMSS (2016) una “adicción física, ocurre en los sitios del cerebro donde
las neuronas crean la necesidad del consumo compulsivo, debido a que el cuerpo
se ha acostumbrado a la droga”, mientras que una “adicción psicológica, es la
necesidad de consumo de una sustancia, que se manifiesta a nivel de
pensamientos o emociones, ante una situación estresante, o algún problema. Por
lo tanto, no existe dependencia física, debido a que no se desarrollan
receptores a nivel neuronal para la acción de la sustancia adictiva”. En ambos
se identifica un problema de salud para las personas, en razón del abuso de
determinadas sustancias.
No
obstante, en el tema de las adicciones el mejor enfoque es la prevención, y
parece irónico que mientras los Estados, los países y las autoridades están
implementando estrategias y tácticas para su no producción y/o
comercialización, destinen menos recursos o esfuerzos a los consumidores
finales, pues si el negocio de las drogas es tan redituable, es porque existe
una demanda por las mismas. Del mismo modo, el NIH (2008) señala que uno de las
soluciones a las adicciones y la drogadicción es la prevención y la generación
de información sobre las consecuencias en el abuso de las drogas en la salud de
las personas que las consumen.
¿Hay una necesidad de legalizar las
drogas ilegales?
En
el último apartado se plantea la siguiente cuestión: ¿existe una necesidad real
de legalizar las drogas ilegales? De cierto modo es un debate internacional que
nos incluye a todas las personas, a todos los países, ya que el tema de las
drogas de un modo u otro se relaciona con nuestra vida diaria, en un familiar,
en un conocido, en una comunidad. En ese sentido, la Asamblea General de
Naciones Unidas, recientemente y en un hito histórico, ha adoptado una
iniciativa para despenalizar y regular el consumo de las drogas en el mundo, en
el marco de la sesión sobre las drogas de la Asamblea General, la primera desde
1998 (Notimex, citado por Emeequis, 2016).
Es
importante, porque al menos a nivel internacional se está modificando el
discurso sobre las drogas, al pasar de un mundo libre de drogas a uno libre del
abuso de las drogas (Emeequis, 2016). Esto va de la mano con el tema de las
adicciones, la correcta prevención e información, provee a los posibles
consumidores aquello que quizás evite el abuso de la sustancia y/o la droga.
Por otro lado, al despenalizarse, regularse y legalizarse, se prevé la
intervención del Estado y sus flagelos para llenar ese vacío de poder en ese
comercio clandestino e ilegal que los cárteles y mafias vienen administrando
desde la instauración del paradigma restrictivo internacional de las drogas.
Entonces,
la necesidad de legalizar a las drogas ilegales es una consecuencia inmediata
de los resultados de la estrategia implementada, por parte de los gobiernos,
para su contención, en vista de los resultados. Esto, en vez de abocarse en el
mercado consumidor y en los problemas de salud pública que traen consigo la
adicción a las drogas. De un modo u otro, se da por sentado que la prevención es
suficiente para que la drogadicción siga siendo un problema de salud particular,
y que un Estado regulador es la solución viable para contener los males que
implican el mundo de las drogas.
El
tema de la legalización y/o despenalización como estrategia en el tema de las
drogas es recurrente en diversos autores y especialistas, mismos que no han
identificado que el problema de raíz está relacionado con la generación de adicciones,
tal cual lo señala Guerrero (2013). Así lo observamos en críticos como el
periodista Roberto Saviano en una entrevista a CNN en 2014, pues señala que “si
la droga se legaliza en México, los cárteles explotarían en un segundo” (Aristegui Noticias, 2014), sugiriendo
la fórmula mágica para contener, eliminar y desaparecer uno de los males
atribuidos a las drogas como lo es el narcotráfico.
En
otro sentido, encontramos las opciones de políticas por Chabat (2010), a corto,
o largo, plazo para combatir al crimen organizado, en específico el tema de las
drogas. A corto plazo, el Estado puede aplicar una política de tolerancia,
cuyos costos implicarían el aumento con mayor énfasis de la corrupción, y en
menor medida la violencia y el consumo, con una viabilidad factible. La otra
corresponde al combate total, que es la estrategia actual, cuyos costos se
reflejan en el aumento de la corrupción y el consumo, pero con mayor énfasis en
la violencia.
Por
otro lado, a largo plazo una política que implique cambiar al Estado, es decir,
fortalecer sus instituciones reflejaría un aumento en la corrupción, la
violencia y el consumo como algo normal pero la viabilidad estaría en duda. Una
segunda opción de cambiar la ley, es decir, acabar con la prohibición
implicaría el aumento únicamente y con mucho énfasis del consumo, y tendría una
viabilidad muy difícil. Finalmente, una política que presuma la desaparición de
las drogas no tendría costo alguno, y su viabilidad sería imposible porque las
drogas no pueden desaparecer nada más porque sí.
El
esquema siguiente ejemplifica los tipos de políticas contra el narcotráfico a
largo y corto plazo, con los costos y la viabilidad de cada una. Es de
observarse que de acuerdo a Chabat (2010, p. 37) “la única manera de escapar a
este dilema es salirse de la caja y plantear la legalización de las drogas, lo
cual sólo ocurrirá si Estados Unidos así lo dispone, mientras eso ocurre, si es
posible, es evidente que el gobierno mexicano tendrá que elegir entre lo malo y
lo peor: combatir al narco o tolerarlo”.
En
los escenarios presentados por Chabat (2010) se hace referencia al consumo y
supone únicamente un cambio, un aumento para ser precisos, en dado caso que se
modifique la ley, y haciendo énfasis en que si bien es una cuestión a largo
plazo la viabilidad de que suceda es muy difícil, principalmente por el tabú
que representa el consumo de las drogas y las enfermedades, como la adicción,
relacionadas con las mismas. No obstante, es el tema de las adicciones a ese
tipo de sustancias lo que las autoridades y/o críticos del tema de las drogas
no quieren atender.
Conclusiones
En
el presente ensayo se ha tratado de dar respuesta a uno de los temas
recurrentes al hablar de las drogas y sus males, este es respecto a la
legalización de las mismas, o en efecto su despenalización. Del mismo modo, se
ha identificado que no solo es problema asociado a las autoridades y en la
generación de políticas públicas, ya que se ha presentado que el problema de
las drogas está relacionado con la generación de la enfermedad denominada
adicción, así se ha demostrado en los apartados desarrollados.
En
principio se ha señalado que uno de los dilemas de las drogas es que unas son
legales y otras no lo son, esto debido a que hace mucho tiempo, los gobiernos
consideraron que una forma de evitar sus males era penalizando su consumo. Son
evidentes en la actualidad los resultados de aquella estrategia
prohibicionista, y es irónica la existencia de drogas tan letales como las
ilegales, pero que son legales, y que se pueden encontrar en casi cualquier
supermercado. En ese sentido también hemos señalado un posible viraje
internacional en lo que el tema de las drogas concierne, en específico de su
posible legalización y regulación.
Sin
embargo, el problema de las drogas es que estas deben de verse como un problema
de salud pública, el cual afecta a las consumidores finales pues provoca en
ellos diferentes formas de adicción. Esto no es único para las drogas ilegales,
también los es para las drogas legales. Basta con preguntar cuántos cigarrillos
has fumado hoy o cuantas tazas de café o refrescos has bebido. En ese sentido,
se ha abordado el tema de las adicciones a sustancias nocivas, como lo son las
drogas, y sus efectos en el organismo de las personas y por ende, en sus
relaciones con los demás.
La
situación que pasan los consumidores es solo uno de los males asociados al tema
de las drogas, así como lo es el tráfico de las mismas, la violencia en torno a
su comercialización y el debate en torno a su despenalización y/o legalización
y/o regulación, tal como se abordó en el apartado final, al señalarse en
opinión de expertos: la legalización como fórmula mágica, cuestionando
nuevamente: ¿Es necesario legalizar las drogas ilegales? La pregunta sigue
abierta, y considero que la mejor manera de contener los males asociados con
las drogas es mediante la prevención, la generación de información sobre su
consumo y la atención a grupos susceptibles o vulnerables.
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Universidad Autónoma Metropolitana – Azcapotzalco.
¿Por qué elegí este tema?
Elegí este tema
porque en la universidad mi tema de investigación de tesis fue sobre la lucha
contra el narcotráfico en México, así que me documente al respecto, es específico
sobre el tema de las drogas y las políticas públicas para su contención.
Además, considero que
el tema de las adicciones es importante ya que te ofrece otro panorama o punto
de vista sobre la droga, y tiene que ver con aquello que sufre el consumidor.
¿De dónde partí para empezar a escribir?
Mi punto de partida
fue en explorar que se dice de las drogas en estos momentos, de ahí tome
algunos apuntes y notas de mi investigación pasada y complemente con la lectura
de la actividad.
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